Poco conocido hasta hace unos años, término ad usum scientiae para los especialistas en la materia, desde que ingresó al mundo de las redes sociales y sus declinaciones cinematográficas – desde la precursora Sliding Doors (que cumple 25 años este año) hasta la marveliana Spiderman-No Way Home, pasando por la gran ganadora del Oscar 2023 Everything Everywhere All at Once –, el término «multiverso» se ha convertido en una referencia popular acuñada para indicar la posible existencia de varios universos paralelos[1].
Además de lo que constituye el horizonte de nuestra experiencia – asumiendo que sea posible hablar de una experiencia común, dada la enorme diferencia de latitudes y longitudes en nuestro Planeta –, la teoría del multiverso es utilizada por los científicos para indicar la idea de que pueden existir otros universos, continuamente emergentes o paralelos. Para los aficionados a la mecánica cuántica, «multiverso» indica la existencia de distintos planos temporales, o dimensiones en las que las elecciones que hacemos producen efectos diferentes. «Todas estas teorías tienen algo en común: sugieren que el tiempo y el espacio que podemos observar no son la única realidad posible»[2]. ¿Y si la literatura fuera la forma en que los seres humanos tienen la posibilidad de conocer una realidad distinta de la que perciben? La literatura sería en sí misma una experiencia del multiverso.
A esta expansión de sentido y significado remite la última antología en italiano de Samantha Schweblin, escritora argentina nacida en 1978, en cuyo haber figuran tres compilaciones de cuentos y dos novelas.
Este año, la editorial romana SUR ha publicado el libro Uccelli vivi[3], que reúne una selección de cuentos de Schweblin ya publicados en dos colecciones anteriores: algunos están tomados de El núcleo del disturbio (2002), otros pertenecen al libro Pájaros en la boca (2009); a los que, por último, hay que añadir dos cuentos aún inéditos. Uccelli vivi permite, por tanto, al lector italiano, echar una mirada panorámica a la producción literaria de la escritora argentina.
¿Cuáles son las desviaciones del código de la realidad que nos obligan a pensar de manera alternativa? ¿Cuáles son las opciones que rompen los esquemas de lo pre-visto y pre-juzgado y que invocan otros estatutos de comprensión? En un mundo tan descentralizado, abierto, complejo y estratificado como el nuestro, ¿existe una única llave de acceso? En un mundo «surrealista», ¿necesitamos narraciones surrealistas para encontrar el sentido de la realidad?
Inscríbete a la newsletter
Éstas son las preguntas que los relatos de Schweblin suscitan en el lector. Avecinándose a Juan Rulfo y a Julio Cortázar, su coterráneo, y a los grandes cuentistas norteamericanos como John Cheever y Raymond Carver, remontándose hasta el maestro Edgar Allan Poe, Schweblin nos ofrece, en esta colección recompuesta ad hoc, breves ventanas que se abren a otros mundos. Son aperturas con doble sentido: por un lado, son relatos que nos acercan a nuestra realidad; por otro, se inspiran en ella para alejarse de ella, desplegando universos alternativos posibles, deseables o temibles.
Algunos relatos tienen una clara carga simbólica, son metáforas en acción, y el aspecto ideal o temático es manifiesto. Otros, en cambio – y son los más interesantes – parten de un detalle que surge de un mundo que tiene todas las características del nuestro, es decir, de aquel que registran nuestros sentidos en la vida cotidiana, para luego alejarse de él. Éstas son quizá las mejores historias, como Pájaros en la boca y La pesada valija de Benavides. Más que el valor, es la posibilidad de un mundo alternativo lo que nos atrapa y nos lleva a otra parte.
Pertenecientes a épocas distintas, se aprecia en estos relatos cierta disparidad de estilos y desenlaces finales. A menudo se ha hecho referencia a la autora argentina como «realista mágica», y el hecho de proceder del mismo medio cultural sudamericano justifica sin duda esta afirmación, que a nosotros nos parece sólo parcial, porque creemos que la genealogía literaria de Schweblin es más amplia que la que, aunque noble, remite a Rulfo[4].
El cuento que más evoca las atmósferas de El llano en llamas, el conjunto de relatos del autor mexicano, adalid del realismo mágico, nos parece ser La furia de las pestes, que toma prestados de Rulfo los paisajes alucinados, polvorientos y desolados de muchos de sus cuentos, así como una intención de transfiguración negra de la realidad social, que no puede sino adquirir tonos de denuncia. El realismo mágico de Rulfo no es tanto una estrategia narrativa para captar la atención del lector como un estilo de escritura que, sustrayendo elementos de la realidad, revela sus nudos subyacentes, a menudo ligados a situaciones de injusticia, pobreza o abuso.
En los relatos de Uccelli vivi, en cambio, se despliegan variados recursos de imaginación y fantasía. Matar a un perro, Mujeres desesperadas y, sobre todo, Hacia la alegre civilización de la capital recuerdan las atmósferas enrarecidas y altamente simbólicas de algunos cuentos de Kafka. En particular, el ambiente de la estación de ferrocarril de Hacia la alegre civilización es una situación literaria ya ampliamente explorada en la literatura centroeuropea. Estos escritos datan de la fase más temprana, vinculada a las escuelas de escritura creativa, a las que Schweblin asistía en aquella época. El aspecto simbólico-metafórico nos parece prevalente y, si a veces revela un cierto esfuerzo por mantener la tensión del arco narrativo, al mismo tiempo abre el descubrimiento de elementos que sólo se revelan en la escritura.
A propósito del cuento Mujeres desesperadas, que pone en juego la condición femenina y su fragilidad social, una vulnerabilidad que une y familiariza, la escritora bonaerense afirmó en una entrevista radiofónica: «Fue bastante extraño volver a este cuento. Era tan joven cuando lo escribí; no había leído mucho y casi no tenía experiencia. Pensar que alguien pudo escribir un texto tan reflexivo basándose sólo en la intuición me da fe en el poder de… esto puede sonar un poco excesivo, pero en el poder de la literatura en sí misma. Más allá de lo que intentas decir, de dónde estudiaste, de los cursos que seguiste o de tu estilo… más allá de todas esas cosas en las que siempre pensamos, en esa historia estaba presente el sufrimiento de las mujeres y muchos de los temas que debatimos hoy. Ahí estaba la perspicacia que me permitía hablar de todo eso sin darme cuenta. Realmente me hace pensar en el poder de la literatura, tanto para el escritor como para el lector»[5].
A quienes señalaron el carácter kafkiano de sus relatos, la escritora respondió: «Por supuesto, es un gran cumplido. Kafka es uno de mis escritores favoritos, un monstruo en el mejor sentido. Pero aun así, no sé muy bien de dónde viene la comparación. Quizá mis personajes son kafkianos en el sentido de que les pasan cosas y no pueden hacer nada al respecto. No entienden lo que ocurre a su alrededor ni saben cómo salir de la situación en la que se encuentran y que casi nunca consiguen superar. Hay un cierto pesimismo sobre nuestra capacidad de controlar nuestras vidas, que es kafkiano. Pero es una especie de huella que subyace en el fondo de los relatos, un aroma»[6].
En los relatos posteriores, el estilo se vuelve más refinado, y Schweblin logra equilibrar mejor la tensión surrealista con el gusto por el detalle de la realidad, y los resultados son muy interesantes. Hay un grupo de cuentos en los que se puede reconocer una deuda estilística más evidente con la escuela estadounidense de cuentos, en particular con Raymond Carver. Se trata de Irman, Un gran esfuerzo, Papá Noel duerme en casa, Mi hermano Walter. En estos textos, la autora recupera los ambientes on the roead de la humanidad que lucha por vivir, soportando el peso de la existencia sobre sí misma. El tono de la escritura adquiere tintes dolorosos, pues se percibe la común naturaleza humana sometida al esfuerzo de componer, a pesar de todo, un camino de reconciliación. Así se relata, por ejemplo, en Un gran esfuerzo, en el que la masajista asume un papel casi crístico, mediador de paz en la medida en que cuida del cuerpo del protagonista y le permite hablar de sí mismo, sacando a la luz los nudos existenciales que el hombre ha somatizado. La liberación se hace posible para él cuando, gracias a la mujer asiática, es capaz de recuperar una relación diferente con su padre, que por fin va más allá de lo no dicho durante toda una vida.
El protagonista del cuento Mi hermano Walter tiene también algunos rasgos cristológicos. El final es agudo, en la perspicacia de la voz del narrador – el hermano de Walter –, a quien se le abre el horror de un vacío temible ante la posibilidad de que su hermano enfermo de depresión se recupere. ¿Qué pasaría si la «piedra desechada», sobre la que descansa el bienestar y la felicidad de una familia y de todo un pueblo, sanara, cambiara?
Entre los cuentos más surrealistas, en los que el sentido de la realidad oculta se revela a través de inesperadas asociaciones de pensamiento y elementos oníricos, se encuentra Mariposas, un relato muy breve, de tres páginas con un final desgarrador: «Calderón, sin embargo, permanece inmóvil. No se atreve a mover el pie del que ha matado, temeroso quizá de reconocer los colores del suyo en sus alas muertas»[7]. También Olingiris y El hombre sirena comparten este rasgo surrealista.
Los cuentos Pájaros en la boca, El cavador, Bajo tierra y En la estepa, recuerda al gran maestro norteamericano del terror, Edgar Allan Poe, con sus oscuras atmósferas de destino inevitable o amenaza inminente. Del cuento Pájaros en la boca – que da título a la colección – lo que llama la atención no es la injustificada necesidad de alimento de la niña protagonista: injustificada en el sentido de inmotivada, repentina y sufrida por sus padres. El drama, totalmente contemporáneo, es el silencio que envuelve a la hija, el silencio opresivo que se instala entre los padres divorciados que, de repente, siguen corriendo en su trágica incapacidad de conversar con su hija, dejada aún más sola por su inadecuación. En la situación «fantástica» percibimos la denuncia de otros silencios, la indiferencia y la soledad que pueden establecerse como «régimen de vida» dentro de los muros domésticos, con otras consecuencias más graves en los trastornos alimentarios de los adolescentes.
APOYA A LACIVILTACATTOLICA.ES
A este respecto, la autora escribe en la introducción a la edición italiana del libro: «La trama no tiene gran importancia, es sólo un conductor que permite el paso de algo mucho más profundo y pesado. Un puente bien iluminado que conecta al escritor con el lector. Exorciza al primero, liberándole de algo amargo que no podía quitarse de encima, y encanta al segundo, revelándole una amargura que, una vez compartida, se digiere de otra manera»[8]. Y añade: «Antes de estos relatos, no sabía que lo que me interesaba era el espacio de lo insólito, de lo impensable que sucede de repente, de la realidad que se vuelve extraña»[9].
Muchos de los relatos tienen el carácter de un experimento, de una investigación e indagación sobre la realidad. En este sentido, el relato La pesada valija de Benavides, que cierra la colección, destaca por su equilibrio. El relato comienza in medias res. «Vuelve a la habitación con una maleta. Robusta, forrada de cuero marrón, descansa sobre cuatro ruedas y presenta elegantemente el asa a la altura de la rodilla. Benavides no se arrepiente de sus actos. Está convencido de que apuñalar a su mujer fue lo correcto, pero que pocos entenderían las razones. Por ello, opta por el siguiente plan: evitar que la sangre gotee envolviendo el cuerpo en bolsas de basura, abrir la maleta que hay junto a la cama y, con todo el esfuerzo que supone doblar el cuerpo de una mujer muerta tras veintinueve años de vida matrimonial, empujarlo hacia el suelo para que caiga dentro de la maleta». El motivo del asesinato es oscuro, y lo sigue siendo hasta el final, porque la historia responde a otra pregunta, la pregunta kafkiana que subyace en el fondo, como diría Schweblin: ¿qué pasaría si nadie viera el cuerpo de su mujer como lo que es, un cadáver, un asesinato evidente? Debido a lo paradójico de la situación que se crea, la lógica de la novela policíaca se invierte, y así la tensión ya no se dirige a descubrir al asesino (o a su huida, si fuera nuestro héroe), sino que va en sentido contrario: ¿conseguirá nuestro hombre ser declarado culpable?
Nos parece que Uccelli vivi de Schweblin es un ejemplo fructífero de cómo la literatura se orienta en sí misma hacia el multiverso, hacia la creación de mundos paralelos, «otros» en la medida en que presenta constitutivamente la mirada de los otros, sanamente alienante, capaz de sacar al lector de su mundo y llevarlo a otro lugar.
- Nuestra revista ya ha abordado el tema: cfr. G. Cucci, «Las nuevas fronteras de la red. Metaverso, Algoritmo, Blockchain», en La Civiltà Cattolica, 3 de febrero de 2023, https://www.laciviltacattolica.es/2023/02/03/las-nuevas-fronteras-de-la-red/ ↑
- Cfr. www.nationalgeographic.it/scienza/2022/05/che-cose-davvero-il-multiverso ↑
- Cfr. S. Schweblin, Uccelli vivi, Roma, SUR, 2023. ↑
- Juan Rulfo es considerado el más grande escritor mexicano. Nacido en 1917 y fallecido en 1986, en vida sólo publicó una colección de cuentos: El llano en llamas (1953) y una novela corta, Pedro Páramo (1955). Entre sus admiradores se cuenta Gabriel García Márquez, quien reconoció públicamente que debía el famoso incipit de la novela Cien años de soledad a una frase de Pedro Páramo: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». ↑
- «Samanta Schweblin: There’s No Place Like Home, Including Home Itself», en https://lithub.com/samanta-schweblin-theres-no-place-like-home-including-home-itself ↑
- Ibid. ↑
- S. Schweblin, Uccelli vivi, cit., 37. ↑
- Ibid. 7. ↑
- Ibid. 10. ↑
Copyright © La Civiltà Cattolica 2023
Reproducción reservada