Viajes

En una sociedad secularizada, un «cristianismo de testimonio»

El 46º viaje apostólico del Papa Francisco

El Papa Francisco junto a los jóvenes durante el evento ‘Hope Happening’ en Bruselas. (© Vatican Media)

Del 26 al 29 de septiembre de 2024, menos de dos semanas después de la conclusión del viaje apostólico en Asia y Oceanía, el papa Francisco retomó el bastón de peregrino para visitar Luxemburgo y Bélgica. En el corazón de Europa, ya que ambos países son sede de importantes instituciones europeas e internacionales, el Pontífice se encontró con una sociedad secularizada en la que la Iglesia, fiel a su misión de «servicio», está llamada a ser un signo de «esperanza». Precisamente estas dos dimensiones estuvieron presentes en los lemas elegidos por las Iglesias de ambos países con motivo de la visita del Papa: «Para servir», en el caso de Luxemburgo; «En camino, con esperanza», en el caso de Bélgica. Son dos dimensiones complementarias, porque la Iglesia, en su servicio a todos, comenzando por los más débiles, hace concreta la esperanza que no defrauda y que anticipa la fraternidad plena y sin fin a la que estamos llamados como hijos deseados y acogidos por el Padre.

En días marcados por graves amenazas a la paz – un tema al que hizo referencia en varias intervenciones –, el Papa se encontró con una sociedad no solo secularizada, sino también profundamente herida, especialmente en Bélgica, por la tragedia de los abusos a menores que ha minado la confianza en la Iglesia, sus instituciones y sus responsables. No se debe olvidar tampoco que, en muchas dimensiones antropológicas y éticas, como el aborto, la eutanasia o el papel de la mujer en la sociedad, parece aumentar la distancia entre la Iglesia y amplios sectores de la sociedad. De hecho, durante el viaje del Papa, a pesar del consenso en torno a cuestiones ecológicas y de paz, en otros temas el diálogo no fue fácil, y algunas actitudes incluso suscitaron perplejidad. El Pontífice, por su parte, siempre escuchó y mostró disposición al diálogo y, con respecto a la problemática de los abusos a menores, reconoció abiertamente, en varias intervenciones, las graves faltas por parte de la Iglesia; además, quiso recibir y escuchar a las víctimas, e insistió, en cuanto al futuro, en la importancia de la prevención.

Luxemburgo: «Para servir»

El papa Francisco partió del aeropuerto de Fiumicino, con destino a Luxemburgo, temprano en la mañana del 26 de septiembre, en un vuelo especial de la compañía Ita Airways. Lo acompañaban su séquito y unos sesenta periodistas. Situado en un importante lugar estratégico, durante siglos en el centro de guerras de sucesión y conflictos europeos, el Gran Ducado de Luxemburgo estuvo bajo el dominio de varias potencias y alcanzó la independencia en 1890. Hoy en día, el país tiene uno de los PIB per cápita más altos del mundo y la ciudad de Luxemburgo es una de las tres sedes oficiales de la Unión Europea, albergando el Tribunal de Justicia, el Banco Europeo de Inversiones, el Tribunal de Cuentas Europeo y numerosos servicios de la Comisión Europea. La población de Luxemburgo es de 654.000 habitantes, de los cuales aproximadamente el 48% está compuesto por extranjeros. La comunidad extranjera más numerosa es la de los portugueses, que representan el 16% del total de la población. Los católicos son el 41,5%.

A su llegada al aeropuerto de Luxemburgo-Findel, el papa Francisco fue recibido por el gran duque Enrique, la gran duquesa María Teresa y el primer ministro Luc Frieden. Después de la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, la visita de cortesía al Gran Duque en el Palacio Ducal y la reunión con el Primer Ministro, se llevó a cabo, también en la mañana del 26 de septiembre, el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, que tuvo lugar en el Cercle Cité, un edificio histórico situado en el corazón de la ciudad, que hoy acoge la biblioteca municipal y un centro de congresos.

En presencia del Gran Duque y su consorte, y tras escuchar el discurso de bienvenida del Primer Ministro, el papa Francisco pronunció el suyo. Al inicio, recordó la historia reciente de Luxemburgo, que tuvo que sufrir, en las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, «la invasión y la privación de la libertad y la independencia»[1]. En la posguerra, el país – continuó el Pontífice – se comprometió en el proceso de construcción europea, demostrando que el papel de una nación en el plano internacional no depende de su extensión territorial o del número de habitantes, sino de «la paciente construcción de instituciones y leyes sabias que, al regular la vida de los ciudadanos según criterios de equidad y en el respeto del estado de derecho, sitúan a la persona y al bien común en el centro, previniendo y contrarrestando los peligros de discriminación y exclusión». Francisco hizo luego referencia a la doctrina social de la Iglesia, a cuya tradición él mismo se adhiere, profundizando en dos temas importantes: el cuidado de la creación y la fraternidad. Continuó recordando que «la riqueza es una responsabilidad», por lo que pidió «vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas», de modo que «se les ayude a salir de sus condiciones de empobrecimiento». En cuanto a la cuestión específica de la inmigración, el Pontífice pidió a Luxemburgo que fuera «una ayuda y un ejemplo en el indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados». A esta petición añadió un reconocimiento: «Ustedes son un modelo en esto».

El papa Francisco también recordó cómo, en el continente europeo, el corazón humano «se extravía y vuelve a los trágicos caminos de la guerra», con el riesgo de llevar a las naciones «a aventuras de inmensos costos humanos, renovando matanzas inútiles». Pidió que a estos desvíos de guerra se contrapongan profundos valores espirituales, «que impidan el extravío de la razón y la vuelta irresponsable a cometer los mismos errores del pasado», añadiendo que «Luxemburgo está precisamente al centro de la capacidad de entablar vínculos de amistad y evitar estos derroteros», mostrando «a todos los beneficios de la paz frente a los horrores de la guerra». Como sucesor del apóstol Pedro y en nombre de la Iglesia, «experta en humanidad», Francisco reiteró solemnemente: «Esta savia vital, esta fuerza siempre nueva de renovación personal y social es el Evangelio. […] El Evangelio de Jesucristo es el único capaz de transformar profundamente el alma humana, haciéndola capaz de obrar el bien incluso en las situaciones más difíciles, de apagar los odios y reconciliar a las partes en conflicto». Finalmente, Francisco evocó el lema de su viaje a Luxemburgo, «Para servir», recordando que este «se refiere directa y eminentemente a la misión de la Iglesia», para la cual el servicio es «la actitud que hay que asumir cada día».

En la tarde de la intensa jornada en Luxemburgo, el papa Francisco se reunió con la comunidad católica en la catedral de Notre-Dame, construida por los jesuitas a principios del siglo XVII y elevada a catedral por Pío IX en 1870. En presencia de varias generaciones de la familia gran ducal, tras el saludo del arzobispo de Luxemburgo, el cardenal Jean-Claude Hollerich S.I., hubo testimonios de varios representantes de la comunidad católica y un espectáculo de danza Laudato si’, inspirado en la vida de san Francisco. Posteriormente, el Papa compartió con la asamblea sus reflexiones, recordando en primer lugar el Jubileo Mariano con el cual la Iglesia luxemburguesa celebra cuatro siglos de devoción a María, Consoladora de los Afligidos, patrona del país, y luego reflexionó sobre las palabras «servicio», «misión» y «alegría».

En cuanto al «servicio», Francisco recomendó que se concretara en la acogida, siguiendo la tradición secular del país en este campo, y ofreció esta exhortación: «Los animo, por tanto, a permanecer fieles a esta herencia, a esta riqueza que ustedes tienen, a seguir haciendo de vuestro país una casa acogedora para todo el que llame a vuestra puerta pidiendo ayuda y hospitalidad».

En cuanto a la «misión», el Pontífice repitió las palabras del cardenal arzobispo, quien en su saludo al inicio de la celebración había hablado de una «evolución de la Iglesia luxemburguesa en una sociedad secularizada». Deteniéndose en el concepto de «evolución», el Papa añadió que «la Iglesia, en una sociedad secularizada, progresa, madura, crece. No se repliega en sí misma, triste, resignada, resentida, no; sino que acepta el desafío, en fidelidad a los valores de siempre, de redescubrir y revalorizar de manera nueva los caminos de evangelización, pasando cada vez más de una simple propuesta de atención pastoral a una propuesta de anuncio misionero», que se manifiesta en «el deseo de dar a conocer a la mayor cantidad posible de hermanas y hermanos la alegría del encuentro con Cristo».

Finalmente, en cuanto a la «alegría», Francisco, refiriéndose al testimonio de un joven que había compartido con la asamblea sus recuerdos aún muy vivos de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, afirmó: «¿Lo ven? Nuestra fe es así. Es alegre, “danzante”, porque nos manifiesta que somos hijos de un Dios amigo del hombre, que nos quiere contentos y unidos, que nada lo hace más feliz que nuestra salvación». Por eso, pidió: «Por favor, tengan la alegría del Evangelio. Esto nos hace creer y crecer mucho». Y, como ejemplo, evocó la tradición luxemburguesa de la «procesión de primavera» (Springprozession), en recuerdo de la obra de san Willibrord, misionero de las tierras de Luxemburgo. En esta ocasión, toda la ciudad de Echternach «sale a bailar por las calles y las plazas, junto con muchos peregrinos y visitantes que llegan, y la procesión se convierte en una grandísima y única danza».

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Al concluir el encuentro en la catedral, el papa Francisco quiso depositar la Rosa de Oro[2] ante la imagen de María Consoladora de los Afligidos y bendijo a todos los presentes. De esta manera tan sentida y festiva se cerraban las aproximadamente ocho horas que el Pontífice pasó en Luxemburgo. Luego, Francisco se dirigió al aeropuerto, donde se despidió de los Grandes Duques de Luxemburgo y del Primer Ministro, y subió a bordo de un avión de la compañía Luxair, que lo llevó a Bruselas.

Bélgica: «En camino, con esperanza»

A partir del siglo XVI, Bélgica estuvo primero bajo dominio español, luego bajo el dominio de los Habsburgo y posteriormente bajo el de Napoleón. Al final del dominio napoleónico, fue gobernada durante 15 años por el soberano holandés Guillermo I de Orange, obteniendo su independencia en 1830-31 como una monarquía constitucional bajo el reinado de Leopoldo I de Sajonia-Coburgo. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el país fue ocupado por Alemania. En las décadas de la posguerra, Bélgica experimentó un rápido crecimiento económico, gracias también a la inmigración de países como Italia, España, Portugal y Turquía. Además, fue uno de los miembros fundadores del Benelux en 1948, de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1952, y de la Comunidad Económica Europea en 1957. En las décadas siguientes, las instituciones europeas se concentraron en Bruselas.

Desde la independencia de Bélgica, uno de los principales problemas ha sido la cuestión lingüística, que ha llevado al actual arreglo institucional con la división en tres regiones (flamenca, valona y la capital Bruselas) y tres comunidades (francófona, flamenca y germanófona). El país tiene 11.618.000 habitantes, el 50% de los cuales, según el Informe sobre la Iglesia en Bélgica publicado en 2023, se considera católico, con una asistencia a la misa dominical que en 2022 rondaba el 8,9%, al menos una vez al mes[3]. Es sabido que, en las últimas décadas, la sociedad belga ha experimentado una profunda transformación cultural y religiosa, volviéndose cada vez más secularizada, como lo indica la disminución de practicantes y vocaciones y el aumento de católicos que no se identifican con las enseñanzas de la Iglesia, por ejemplo, en el ámbito de la moral y la bioética. El descenso en el número de católicos también ha provocado el cierre o la cesión de muchas iglesias a otras denominaciones cristianas, principalmente ortodoxas. Esta evolución ha ido acompañada de importantes cambios legislativos en materia de aborto, legalizado en 1990, final de la vida, con la legalización de la eutanasia en 2002, y matrimonios civiles homosexuales, legalizados en 2003.

Procedente de Luxemburgo, el papa Francisco aterrizó en el aeropuerto militar de Melsbroek, en las afueras de Bruselas, en la tarde del 26 de septiembre. Fue recibido por el rey Felipe y la reina Matilde. La ceremonia de bienvenida tuvo lugar en el mismo aeropuerto militar. La mañana del día siguiente, 27 de septiembre, el Pontífice se dirigió al Castillo de Laeken, residencia de la familia real, en las afueras de Bruselas. Fue acompañado por una escolta a caballo desde la entrada hasta la puerta principal del Castillo, donde tuvo lugar la visita de cortesía al Rey y luego el encuentro con las autoridades y la sociedad civil en la Grande Galerie. Al inicio de la sesión, el rey Felipe y el primer ministro Alexander De Croo dirigieron palabras de bienvenida al Papa y pronunciaron un discurso. Ambos hicieron referencia al drama de los abusos sexuales en la Iglesia y a las víctimas de adopciones forzadas[4]. A este respecto, el monarca declaró ser consciente de los esfuerzos de la Iglesia en Bélgica para atender a las víctimas y pidió que se siga trabajando en esta dirección «con determinación, sin descanso»[5]. El Primer Ministro, por su parte, utilizó un tono más fuerte. De hecho, declaró: «Hoy, las palabras ya no son suficientes. Se necesitan medidas concretas. Las víctimas deben ser escuchadas, deben estar en el centro. Tienen derecho a la verdad. Las atrocidades deben ser reconocidas y debe hacerse justicia». Y agregó: «Para poder mirar nuevamente al futuro, la Iglesia debe asumir su pasado»[6].

En su discurso —varias veces completado espontáneamente sobre el texto escrito— el papa Francisco abordó sin rodeos las cuestiones planteadas por el Rey y el Primer Ministro. Primero, sin embargo, quiso subrayar el papel de Bélgica, que después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en «la sede natural de las principales instituciones europeas. Por el hecho de ser la línea divisoria entre el mundo germánico y el latino, colindante con Francia y Alemania, países que más habían encarnado las antítesis nacionalistas en la base del conflicto, Bélgica aparece como el lugar ideal, casi una síntesis de Europa, desde el cual contribuir a la reconstrucción física, moral y espiritual». Justamente por esta historia reciente —subrayó el Pontífice— «Europa necesita a Bélgica para llevar adelante el camino de paz y de fraternidad entre los pueblos que la forman». Y esto es aún más importante —prosiguió— en un momento en el que «estamos cerca de una guerra casi mundial». Ante tal situación, Francisco reiteró que «la concordia y la paz no son una conquista que se logra de una vez por todas, sino una tarea y una misión que se deben cultivar incesantemente, tratadas con tenacidad y paciencia», y afirmó: «La historia, magistra vitae, muy frecuentemente ignorada, desde Bélgica llama a Europa a reemprender su camino, a recuperar su verdadero rostro, a confiar nuevamente en el futuro abriéndose a la vida, a la esperanza, para vencer el invierno demográfico y el infierno de la guerra».

El Papa luego habló sobre la situación y el papel de la Iglesia, enfrentando abiertamente los problemas de los abusos a menores y las adopciones forzadas. Sobre el primero, dijo: «Pienso en los dramáticos casos de abusos de menores, —a los que se han referido el Rey y el Primer Ministro—, un flagelo que la Iglesia está afrontando con decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas heridas e implementando un amplio programa de prevención en todo el mundo. Hermanos y hermanas, ¡esto es vergonzoso! Esta vergüenza, la vergüenza de los abusos a menores, la debemos tomar en nuestras manos, y pedir perdón, y resolver el problema. Y sobre las adopciones forzadas, el Papa se pronunció de manera igualmente clara: «me entristeció el fenómeno de las “adopciones forzadas”, presentes también aquí en Bélgica entre los años 50 y 70 del siglo pasado. En esas historias espinosas se mezcló el fruto amargo de un crimen y un delito, con aquello que era lamentablemente el resultado de una mentalidad difundida en todos los estratos de la sociedad; hasta el punto que, quienes actuaban de acuerdo a esa mentalidad, pensaban en conciencia que estaban haciendo un bien, tanto para el niño como para la madre». En sus palabras finales, el Papa volvió al tema de la paz: «Rezo para que los gobernantes sepan asumir su responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz, y sepan alejar el peligro, la ignominia y la absurdidad de la guerra». Finalmente, recordó el lema de la visita a Bélgica, «En camino, con esperanza», pidiendo para todos este don del Espíritu Santo.

En la tarde del 27 de septiembre, tuvo lugar el encuentro del Papa con los docentes universitarios en la Katholieke Universiteit Leuven, que, junto con la Université Catholique de Louvain, dio inicio a las celebraciones del VI centenario de su fundación. De hecho, la Universidad fue fundada con la bula Sapientiae immarcessibilis del papa Martín V, el 9 de diciembre de 1425. Es la universidad católica más antigua del mundo y cuenta con más de 60.000 estudiantes. La sesión fue presentada por el rector, Luc Sels, quien, en un largo discurso, describió a la KU Leuven como «un centro de reflexión crítica y leal que inspira, pero también desafía a la comunidad católica. Un centro de reflexión que igualmente se atreve a desafiar a la sociedad sobre la base de esta visión cristiana del mundo»[7]. Luego se refirió a la problemática de los refugiados y a la autoridad moral de la Iglesia y de la universidad en temas como el papel de la mujer y la acogida de las personas homosexuales.

Por su parte, el papa Francisco, en su discurso, habló de las universidades como «lugares donde se promueven ideas y nuevos estímulos para la vida y el pensamiento del hombre y para los desafíos de la sociedad, es decir, espacios generativos». En este sentido, continuó el Papa, «la Universidad genera cultura, desarrolla ideas, pero sobre todo promueve la pasión por la búsqueda de la verdad, al servicio del progreso humano», teniendo siempre en mente «hacer de la formación académica y cultural un espacio vital, que abraza la vida y la interpela». Las universidades católicas están además «llamadas “a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas”», recordó Francisco, citando la Constitución apostólica Veritatis gaudium, n. 3. El Pontífice agradeció finalmente a la KU Leuven por su compromiso en la acogida de refugiados, documentado en un video presentado durante la sesión: «Mientras algunos solicitan que las fronteras se refuercen, ustedes, en cuanto comunidad universitaria, han ensanchado sus propios confines. Gracias. Han abierto los brazos para acoger a estas personas marcadas por el dolor». Concluido el encuentro con los docentes universitarios, el papa Francisco regresó a Bruselas, donde recibió, en la Nunciatura Apostólica, a un grupo de 17 víctimas de abusos sexuales. El encuentro duró alrededor de dos horas y terminó hacia las 21:00 horas.

La mañana del 28 de septiembre, el papa Francisco se dirigió a la iglesia de Saint-Gilles, donde se encontró con los pobres y las personas sin hogar asistidas por la comunidad parroquial, y desayunó con ellos. Luego retomó el programa oficial, y se trasladó a la basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg, que ocupa el quinto lugar entre las iglesias más grandes del mundo. Las obras de construcción, iniciadas en 1905, fueron interrumpidas durante las dos guerras mundiales y se concluyeron recién en 1971, aunque Pío XII ya había elevado la iglesia al rango de basílica menor en 1952. Allí, el Pontífice se reunió con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes pastorales. Tras el saludo del presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, monseñor Luc Terlinden, arzobispo de Malinas-Bruselas, seguido de testimonios de representantes de los distintos grupos presentes y de cantos que crearon una atmósfera de recogimiento y oración, Francisco pronunció su discurso, proponiendo una reflexión en torno a tres palabras: «evangelización», «alegría» y «misericordia».

«El primer camino que estamos llamados a recorrer es la evangelización», señaló el Papa de inmediato, reconociendo que «los cambios de nuestra época y la crisis de la fe que experimentamos en occidente nos han impulsado a regresar a lo esencial, es decir, al Evangelio, para que a todos se anuncie nuevamente la buena noticia que Jesús trajo al mundo, haciendo resplandecer toda su belleza». Luego afirmó que «hemos pasado de un cristianismo establecido en un marco social acogedor, a un cristianismo “de minorías” o, mejor dicho, de testimonio. Y esto reclama la valentía de una conversión eclesial, para comenzar esas transformaciones pastorales que tienen que ver incluso con las costumbres, los modelos, los lenguajes de la fe, para que estén realmente al servicio de la evangelización». A continuación, refiriéndose al camino sinodal, dijo que en el centro de este debe estar la pregunta: «¿cómo podemos hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o que se aleja de la fe?».

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En cuanto a la «alegría», el segundo camino a recorrer, Francisco la describió como la conciencia de que «a lo largo del camino no estamos solos y que aún en las situaciones de pobreza, de pecado, de aflicción, Dios es cercano, cuida de nosotros y no permitirá que la muerte tenga la última palabra». Luego invitó a todos a adoptar una actitud común: «que su predicación, su modo de celebrar, su servicio y apostolado dejen ver la alegría del corazón, ya que esto suscita preguntas y atrae incluso a los más alejados».

Finalmente, el papa Francisco habló de la «misericordia» como el tercer camino a seguir: «El Evangelio, acogido y compartido, recibido y donado, nos conduce a la alegría, porque nos hace descubrir que Dios es el Padre de la misericordia, que se conmueve por nosotros, que nos levanta de nuestras caídas, que nunca nos retira su amor». Refiriéndose al testimonio de un capellán de la prisión que había escuchado poco antes, el Papa quiso reiterar que la misericordia es una palabra clave para los prisioneros: «Jesús nos muestra que Dios no se distancia de nuestras heridas e impurezas. Él sabe que todos cometemos errores, pero que ninguno es un error. Nadie está perdido para siempre. Es justo entonces seguir los caminos de la justicia terrena y los itinerarios humanos, psicológicos y penales; pero la pena debe ser una medicina, debe llevar a la sanación». El encuentro concluyó, en un ambiente alegre y cálido, con el canto de Salve Regina y la bendición final.

Después del encuentro en la basílica del Sagrado Corazón, al margen del programa oficial, el papa Francisco se dirigió a la cripta de la iglesia de Nuestra Señora de Laeken, donde se encuentran las tumbas de muchos miembros de la Casa Real de Bélgica. Recibido por el rey Felipe y la reina Matilde, se detuvo a rezar ante la tumba del rey Balduino. Conocido como un ferviente soberano católico, reinó desde 1951 hasta su muerte en 1993 y, en 1990, abdicó durante 36 horas con tal de no firmar la ley de legalización del aborto. Ante los presentes en la cripta real, Francisco pidió que se mire su ejemplo en un momento en que avanzan «leyes criminales» y expresó su deseo de que se inicie su proceso de beatificación[8].

En la tarde del 28 de septiembre, el papa Francisco se reunió con los estudiantes en la Université Catholique de Louvain (UC Louvain). La universidad se encuentra en Ottignies-Louvain-la-Neuve, un municipio a 30 km de Bruselas; tiene más de 30.000 estudiantes y se separó de la Universidad de Lovaina en 1968, tras las protestas de los nacionalistas flamencos que exigían la supresión de la sección francófona de la universidad. Con razón, la UC Louvain celebra junto con la KU Leuven los 600 años de su fundación, porque ambas, a pesar de la separación de 1968, se reconocen en una historia común que se remonta a 1425. Recordemos que fue precisamente la celebración de este VI centenario el motivo oficial para la invitación y la visita del Papa.

El encuentro con los estudiantes tuvo lugar en el aula magna de la Universidad. Tras un breve saludo de la rectora, Françoise Smets, se leyó una carta redactada por estudiantes, investigadores y profesores de la Universidad. Se trataba de una reflexión en gran parte dedicada a la ecología, pero también al rol de las mujeres en la Iglesia, quienes, según la opinión expresada, estarían poco presentes en cargos de responsabilidad y a menudo se ignora su contribución intelectual[9]. El papa Francisco comenzó su discurso diciendo que percibía, en las palabras escuchadas, «pasión y esperanza, deseo de justicia, búsqueda de la verdad», y que había sido conmovido por las cuestiones relacionadas con el futuro y la angustia. Luego, reconoció «cuán violento y arrogante es el mal que destruye el medioambiente y los pueblos», siendo la guerra «una expresión brutal de este mal, al igual que la corrupción y las formas modernas de esclavitud».

El Papa luego se detuvo en tres actitudes: «gratitud», «misión» y «fidelidad». La gratitud es la actitud de quien sabe que habitamos una casa que nos ha sido dada: «No somos patrones, somos huéspedes y peregrinos en la tierra». La misión —continuó el Papa— es la actitud de quien sabe que «estamos en el mundo para custodiar su belleza y cultivarla para el bien de todos, sobre todo para la posteridad, en un futuro cercano». Finalmente, la fidelidad, según Francisco, es la actitud de quien acepta el desafío del desarrollo integral, que «se refiere a todas las personas en todos los aspectos de su vida: física, moral, cultural, sociopolítica».

El Papa también reiteró que le preocupa el papel de la mujer en la Iglesia, comenzando por el reconocimiento de su dignidad, ya que es imagen de Dios, junto con el hombre: «A partir de esta dignidad, común y compartida, la cultura cristiana elabora siempre nuevamente, en los diferentes contextos, la misión y la vida del hombre y de la mujer y su ser recíproco para el otro, en la comunión». El mismo Papa recordó que la Iglesia es mujer, y que en el corazón del evento salvífico se encuentra el «sí» de María, una mujer que acogió la encarnación del Hijo de Dios.

Francisco dedicó la parte final de su discurso al sentido del estudio: cómo estudiar, por qué estudiar y para quién estudiar. Concluyó diciendo: «Estudiamos para ser capaces de educar y servir a los demás, principalmente con el servicio de la competencia y del juicio autorizado», por lo cual «el título universitario certifica una capacidad para el bien común». Finalmente, el Papa quiso animar a los estudiantes con estas palabras: «Queridos estudiantes, ¿quieren la libertad? ¡Sean buscadores y testigos de la verdad! Tratando de ser creíbles y coherentes por medio de las decisiones cotidianas más sencillas» .

Al final del encuentro, el Papa se dirigió a la terraza frente al aula magna, donde recibió como regalo una calotte, el típico gorro utilizado por los estudiantes de las universidades católicas de Bélgica. Luego, en un carrito de golf, fue a saludar a los estudiantes presentes en el patio frente al edificio. Al mismo tiempo, en un gesto que causó perplejidad, la UC Louvain publicó un comunicado de prensa en el que agradecía al Papa y reconocía la convergencia con sus declaraciones sobre la crisis climática y la ecología, pero expresaba «incomprensión y desaprobación» por su postura sobre el papel de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad[10]. Posteriormente, Francisco se dirigió al Collège Saint-Michel en Bruselas para un encuentro privado con los miembros de la Compañía de Jesús presentes en Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. Al finalizar este encuentro familiar, en una iniciativa fuera del programa oficial, fue a saludar a los cerca de 6.000 jóvenes reunidos para el Hope Happening en el pabellón cercano al estadio donde al día siguiente presidiría la Misa.

El domingo 29 de septiembre, último día de su visita apostólica, el papa Francisco se despidió del personal y de los benefactores de la Nunciatura Apostólica y se dirigió al King Baudouin Stadium. Allí, ante unos 35.000 fieles, presidió la Misa con el rito de beatificación de la sierva de Dios Ana de Jesús, monja de la Orden de las Carmelitas Descalzas, contemporánea de Santa Teresa de Ávila, y fallecida en Bruselas el 4 de marzo de 1621. En su homilía, el Papa comentó esta frase del Evangelio del día: «Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar» (Mc 9,42). Luego, volvió a tocar el tema del drama de los abusos a menores, afirmando: «Pensemos en lo que ocurre cuando los pequeños son escandalizados, golpeados, abusados por aquellos que debieran cuidarlos; a las heridas de dolor e impotencia en primer lugar de las víctimas, pero también de sus familiares y de la comunidad. […] En la Iglesia hay lugar para todos, todos, todos, pero todos seremos juzgados y no hay lugar para el abuso, no hay lugar para el encubrimiento del abuso». Estas palabras fueron recibidas con aplausos por la asamblea, sin duda impactada por la franqueza del Papa.

Al final de la celebración, antes del rezo del Ángelus, Francisco agradeció al Arzobispo de Malinas-Bruselas, al Rey y a la Reina de Bélgica, y al Gran Duque y la Gran Duquesa de Luxemburgo por su presencia y la acogida durante el viaje. También dirigió palabras de agradecimiento a quienes habían venido desde los Países Bajos, Alemania y Francia. Luego, hizo referencia a la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, deseando que el fenómeno migratorio sea considerado «como una oportunidad para crecer juntos en la fraternidad», viendo «en cada hermano y hermana migrante el rostro de Jesús». El Pontífice no olvidó la dramática situación en Oriente Medio, afirmando: «Sigo con dolor y gran preocupación el crecimiento e intensificación del conflicto en el Líbano». Finalmente, confirmó la intención de iniciar el proceso de beatificación del rey Balduino, pidiendo «que su ejemplo de hombre de fe ilumine a los gobernantes». Al concluir el Ángelus, Francisco se despidió de la familia real de Bélgica y a la familia gran ducal de Luxemburgo, y se dirigió al aeropuerto militar de Melsbroek, desde donde, tras la ceremonia de despedida, partió hacia Roma en un vuelo especial de Brussels Airlines. Así concluía su 46º viaje apostólico.

* * *

En Luxemburgo y en Bélgica, Francisco encontró una Iglesia antigua, con la cual, durante siglos, la gran mayoría de la población se ha identificado. Además, una Iglesia que, hasta tiempos recientes, ha enviado con gran generosidad misioneros a todo el mundo. Pero en las últimas décadas, la secularización y el drama de los abusos a menores han causado profundas heridas, que están llevando a una reconfiguración de la Iglesia y de su misión evangelizadora. El Papa mostró plena conciencia de esta situación y no escatimó en la escucha y el diálogo. No señaló soluciones fáciles, sino criterios para actuar con valentía y humildad. Reconociendo los valores presentes en ambos países visitados, como el compromiso con la paz y la acogida de los migrantes, invitó a la Iglesia a un «cristianismo de testimonio», basado en el servicio y la esperanza. Los cristianos de Luxemburgo y Bélgica se sintieron reafirmados y alentados por la presencia del Papa y, estamos seguros, valorarán su testimonio de cercanía y su mensaje.

  1. Las imágenes, discursos y homilías del Papa Francisco durante el viaje, están disponibles en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/travels/2024/outside/documents/lussemburgo-belgio2024.html
  2. La Rosa de Oro es una distinción honorífica que los pontífices conceden a los soberanos, Estados o santuarios, como signo de un reconocimiento especial.
  3. Cf. https://newsletter.cathobel.be/rapport-annuel-eglise/rapport-annuel-eglise-2023-digital.pdf
  4. En Bélgica, el drama de las adopciones forzadas ha salido a la luz recientemente. Se trata de la práctica, llevada a cabo durante años por instituciones católicas, de promover la adopción de niños hijos de madres solteras. En respuesta a los testimonios difundidos por los medios a finales de 2023, los obispos expresaron su solidaridad con el dolor y el trauma de las víctimas y solicitaron una investigación independiente sobre las condiciones descritas por las mujeres involucradas.
  5. El discurso del rey se puede leer en este enlace: https://www.monarchie.be/fr/agenda/discours-de-sa-majeste-le-roi-des-belges-a-loccasion-de-la-visite-en-belgique-de-sa-saintete
  6. Sobre el discurso del Primer ministro, cf. https://fr.euronews.com/my-europe/2024/09/27/le-premier-ministre-belge-denonce-le-comportement-de-leglise-face-aux-dissimulations-dabus/. Euronews ha definido el discurso del Primer ministro belga como uno de los más ásperos jamás dirigidos al Pontífice durante un viaje al extranjero, e hizo notar que las normas diplomáticas, en general, requieren otro tono para los discursos públicos.
  7. El discurso del rector puede leerse aquí: www.kuleuven.be/english/visit-pope-francis/speech-for-the-popes-visit-to-ku-leuven-by-rector-luc-sels
  8. Cf. https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-09/el-papa-elogia-la-valentia-del-rey-balduino-que-no-firmo-la-ley.html
  9. Cf. https://fr.euronews.com/my-europe/2024/09/29/le-pape-francois-critique-lors-de-sa-visite-dans-une-universite-catholique-en-belgique
  10. Para leer el comunicado de prensa de la Universidad, cf. https://cdn.uclouvain.be/groups/cms-editors-presse/cp-septembre-2024/20240928_Communique%CC%81UCLouvain_Discours_Pape_reaction.pdf/. El papa Francisco, mientras respondía la pregunta de una periodista en el vuelo de regreso a Roma, manifestó su sorpresa ante la publicación del comunicado. La transcripción de sus palabras puede leerse aquí: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-09/conferencia-de-prensa-papa-francisco-viaje-apsotolico-belgica.html
Nuno da Silva Gonçalves
Es el director de La Civiltà Cattolica desde octubre 2023. Se licenció en Filosofía y Letras en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica Portuguesa de Braga en 1981, y luego en Teología (1988) e Historia de la Iglesia (1991) en la Pontificia Universidad Gregoriana. Obtuvo su doctorado en la misma universidad en 1995, con la tesis: «Os Jesuítas e a Missão de Cabo Verde (1604-1642)». Entre 2005 y 2011, fue Provincial de la Compañía de Jesús en Portugal. En 2011, fue nombrado Académico de Mérito de la Academia Portuguesa de Historia. El 21 de marzo de 2016, fue nombrado Rector de la Pontificia Universidad Gregoriana, cargo que ocupó hasta agosto 2022. Antes de asumir como director de nuestra revista, ya formaba parte del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica.

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