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El nuevo mosaico en Medio Oriente

Entre Hezbolá, Israel y Siria

Mapa de Medio Oriente (Robert/stock.adobe.com)

Entre Siria y Hezbolá

Los acontecimientos libaneses de los que hablaremos en este artículo han tenido una gran influencia en lo que ha sucedido en Siria a partir del 27 de noviembre de 2024. Un ejército bien organizado y entrenado de rebeldes islamistas, procedentes de la pequeña provincia siriana de Idlib, fronteriza con Turquía, en menos de dos semanas, tras haber tomado Alepo, Hama y Homs, llegó a la capital, Damasco, ocupándola de manera casi incruenta[1] y obligando al presidente Bashar al-Assad a una fuga precipitada, organizada por sus aliados rusos.

Los rebeldes conforman una coalición heterogénea, dominada por el grupo yihadista Hayat Tahrir al-Sham («Organización para la Liberación del Levante»), encabezada por el carismático Abu Mohammad al-Jolani. Este, en el pasado, estuvo afiliado a al-Qaeda; posteriormente se unió a las filas del Estado Islámico, del cual en 2017 se distanció también en el plano ideológico y político. En los últimos años, había gobernado Idlib de manera competente pero autoritaria[2]; allí se habían refugiado muchos de los opositores del régimen de Assad, bajo la protección de los turcos[3].

Pocos días después de su ascenso al poder, al-Jolani abandonó su nombre de combatiente y comenzó a usar su nombre real, Ahmad al-Sharaa, además de sustituir su vestimenta de militante islamista por traje y corbata. Afirmó haber aprendido la lección de los cambios de régimen previos en el mundo árabe y declaró que no deseaba ninguna transición «revolucionaria» o violenta.

A diferencia de lo ocurrido en Irak y Libia, este cambio fue gestionado localmente en lugar de ser dirigido por potencias extranjeras. Rusia e Irán, que anteriormente habían sido los principales sostenedores de Damasco, se retiraron discretamente de la lucha, en parte debido a la inercia del ejército sirio, que ya no quería seguir combatiendo por Assad.

El nuevo líder de Siria, aunque el país sigue dividido en múltiples feudos, también ha manifestado su intención de crear un gobierno inclusivo y democrático para obtener el respaldo de Occidente y, con ello, la eliminación de las sanciones. En particular, se ha dirigido a los kurdos, afirmando que son «parte de la patria y socios de la futura Siria»[4], así como también a los cristianos y alauitas, asegurándoles tolerancia y libertad de culto.

Con respecto al futuro de Siria, al-Sharaa ha prometido convocar una conferencia nacional para el diálogo como expresión de todas las facciones de la sociedad, a la que se le encomendará la redacción de la nueva Constitución[5]. Sin embargo, también ha declarado—en contraste con lo que afirmó en un principio—que serán necesarios al menos tres años para completar este proceso y cuatro para celebrar nuevas elecciones políticas, que deberían tener lugar tras un censo de la población.

El nuevo líder sirio, al hablar en una cadena de televisión árabe sobre las modalidades del ejercicio del poder, subrayó que mantendría firmemente las riendas del gobierno, pues «el reparto del poder destruiría la fase de transición»[6]. Esta afirmación puede interpretarse de dos maneras: o bien como una medida necesaria para dar lugar a una Siria democrática y moderna, o bien como el establecimiento de una nueva autocracia, esta vez de corte islamista. No obstante, es demasiado pronto para sacar conclusiones.

Otro tema central en la agenda del nuevo líder sirio es la creación de un nuevo ejército nacional siguiendo el modelo de Idlib. Este paso podría resultar crucial para llevar a cabo el proyecto político de al-Sharaa de unificar un país dividido en todos los aspectos. El ministro de Defensa del gobierno interino ha declarado que «las milicias serán disueltas para formar un único ejército sirio. […] En cualquier Estado, todas las unidades militares deben integrarse bajo las insignias de una misma institución»[7]. Al-Sharaa añadió que «todas las milicias se incorporarán al Ministerio de Defensa»[8], incluidas, naturalmente, las islamistas, que forman parte de Hayat Tahrir al-Sham, y las kurdas, apoyadas por Estados Unidos, como exige insistentemente Turquía. Según muchos analistas, no será fácil que esto se concrete.

Poco después de asumir el poder, al-Sharaa anunció una amnistía para los soldados que habían servido en el ejército de Assad, ya que la mayoría de ellos se había alistado en contra de su voluntad. Además, se elaboró una lista especial con cientos de personas buscadas por la justicia, que incluye familiares de Assad, ministros, altos funcionarios, responsables de masacres y carceleros. Asimismo, en todo el país están operando «centros de reconciliación», donde ciudadanos comunes y militares pueden presentarse, entregar las armas en su posesión y recibir a cambio un certificado de perdón.

Como se ha mencionado, Rusia e Irán son los grandes derrotados de esta insurrección. Irán, ya duramente golpeado por la guerra en Gaza, ha tenido que renunciar a sus ambiciones geopolíticas en la zona que representaba el «corredor» para su apoyo a Hezbolá[9]. El llamado «eje de la resistencia», que se extendía desde los hutíes en Yemen hasta Hamás en Palestina, llegando hasta Hezbolá en Líbano, ha sido definitivamente fracturado. Esto significa que, en el futuro, ya no será posible abastecer de armas a los milicianos libaneses, que constituían el brazo armado de Irán en toda la región[10].

Tras la derrota de Hamás y Hezbolá a manos de Israel, la conquista de Siria por parte de los rebeldes ha sido una clara señal del declive de la influencia iraní en la región. Se ha subrayado que la caída de Assad ha sido una grave derrota para Teherán. En pocas semanas, las posiciones geoestratégicas de Irán se han replegado desde el Mediterráneo (es decir, desde Líbano) hasta la frontera occidental de Irak. Además, los ayatolás han evacuado a todos los ciudadanos iraníes y a sus soldados de Siria, mientras que sus rivales regionales, Turquía e Israel, han llenado rápidamente el vacío dejado por ellos[11].

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El alto al fuego entre Israel y Hezbolá

Han pasado algunos meses desde el alto el fuego entre Israel y Hezbolá y, a pesar de las frecuentes violaciones, este aún se mantiene. A la luz de los acontecimientos que hemos relatado, es probable que esta tregua, pese a todo, se prolongue en el tiempo. Evidentemente, existen razones de realismo político o militar que empujan a ambas partes a no romper el acuerdo.

Es importante recordar los acontecimientos que llevaron a ambas partes a tomar esta decisión, también por sus efectos en otros escenarios geopolíticos. Tras 14 meses de guerra, el 27 de noviembre de 2024 se alcanzó, luego de un largo proceso de negociación entre Israel y Líbano con la mediación de Estados Unidos y Francia, un alto al fuego entre el ejército israelí y las milicias de Hezbolá.

El texto propuesto por Washington, a través de la mediación de Amos Hochstein, formalmente no era un «acuerdo oficial» entre dos Estados (Israel y Líbano), aunque las negociaciones fueron llevadas a cabo por representantes israelíes y, en nombre de Hezbolá, por Nabih Berri, presidente del Parlamento libanés. Desde el punto de vista jurídico, se trató simplemente de un «acuerdo de base» (agreement), ya que, aunque fue aprobado por los órganos estatales competentes, no fue ratificado, como exige la Constitución, por el jefe de Estado libanés, dado que en ese momento el cargo estaba vacante[12]. En este artículo, lo consideraremos—como lo hace la comunidad internacional—un acuerdo legítimo. De hecho, las cuestiones jurídicas mencionadas no afectan en absoluto la validez de dicho pacto, cuyo propósito fundamental era silenciar las armas en ambos frentes.

Con el alto al fuego del 27 de noviembre, se produjo un giro importante en la compleja crisis de esa región de Oriente Medio: en primer lugar, el temido «segundo frente de guerra», representado por Hezbolá, fue «neutralizado» e Israel pudo intervenir a su antojo en Gaza, continuando con la destrucción y la estrategia de tierra arrasada en un territorio reducido a una «serie de islas urbanas en el suelo»[13], con una población agotada por el hambre y la falta de medicinas y agua potable[14].

Al mismo tiempo, un numeroso y bien equipado ejército de rebeldes yihadistas suníes avanzó desde Idlib para conquistar Siria y ocupó Damasco el 8 de diciembre. Este acontecimiento fue posible, sobre todo, gracias a la derrota militar de Hezbolá. De hecho, significó el colapso del llamado «eje de la resistencia chiita»—del cual Siria era un punto clave—, creado recientemente por Teherán, que ahora debe replantear su posicionamiento estratégico en la región.

En efecto, tras los recientes acontecimientos que han cambiado la geografía política de Oriente Medio, es posible que Siria ya no respalde la causa palestina como en el pasado, dando un paso atrás[15]. En el futuro, sus intereses estratégicos podrían orientarse más bien hacia el Líbano, que representa su acceso al Mediterráneo. Esto es aún más probable considerando que en el país de los cedros vive una numerosa comunidad chiita, que sigue apoyando a Hezbolá como partido político.

El contenido del acuerdo

En cuanto al contenido del acuerdo del 27 de noviembre de 2024, este esencialmente retoma el texto de la resolución 1701 de la ONU de 2006, que puso fin a la invasión israelí del Líbano. El acuerdo, que estuvo en vigor hasta el 26 de enero de 2024, fue prorrogado a petición de Israel y Estados Unidos más allá de su plazo original. Tel Aviv justificó la prórroga alegando la incapacidad de las fuerzas armadas libanesas para controlar el territorio, mientras que Beirut señaló la negativa del ejército israelí a retirarse de la zona. A su vez, el ejército israelí disparó contra ciudadanos libaneses, matando a 22 personas que regresaban a sus hogares y poniendo en peligro la tregua[16].

El acuerdo estipulaba que, en un plazo de 60 días, Israel debía retirarse del Líbano y cesar sus violaciones del espacio terrestre y aéreo del país. Al mismo tiempo, Hezbolá debía replegar sus armas y milicianos más allá del río Litani, situado a unos 30 kilómetros de la denominada «línea verde» (frontera). Para enero, el sur del Líbano debía estar bajo el control exclusivo del ejército libanés, con la colaboración de los cascos azules de la UNIFIL. En comparación con el acuerdo de 2006, este nuevo texto fortalecía el papel del ejército libanés en la región y establecía garantes internacionales, como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y otros países. Sin embargo, Israel reclamaba el derecho de intervenir en caso de una «amenaza inminente» a su seguridad[17]. Ambas partes tenían razones de peso para aceptar el plan presentado por Estados Unidos[18].

En el caso de Israel, algunas de estas razones fueron expuestas por el propio Netanyahu en su intervención televisiva del 26 de noviembre: la necesidad de concentrarse en Irán con el objetivo de «cortar la cabeza de la serpiente iraní»[19], preferiblemente con el mandato y el apoyo de Estados Unidos, así como dar un respiro a un ejército agotado tras un año de combates. Además, prolongar la guerra en el Líbano significaba expandirla, y los generales israelíes eran reacios a ampliar el frente de batalla y sobrecargar aún más a unas fuerzas armadas ya debilitadas[20].

Pero había otras motivaciones que llevaron a Israel a aceptar el acuerdo. En primer lugar, el deseo de satisfacer a los negociadores estadounidenses. De este modo, el gobierno israelí evitaba tensiones con la administración de Biden, que estaba muy interesada en lograr algún éxito en Oriente Medio, y al mismo tiempo se ganaba el favor del nuevo presidente Trump, quien, durante su campaña electoral, había prometido a los votantes libaneses que pronto pondría fin a la guerra en el Líbano[21].

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En cuanto a Hezbolá, su nuevo secretario general, Naim Qassem, en su primer discurso tras el alto al fuego, declaró, repitiendo consignas ya superadas, que había vencido en el conflicto con Israel por haber obligado al ejército más poderoso de Oriente Medio a retroceder. «La nuestra es una victoria divina –declaró–, hemos detenido a los sionistas»[22]. En realidad, aceptaba la tregua y se comprometía a ejecutar plenamente los términos establecidos.

En este punto, surge la pregunta sobre el futuro de Hezbolá después del acuerdo. Su liderazgo ha sido ampliamente diezmado; ha perdido gran parte de su arsenal de misiles avanzados (aproximadamente el 70%)[23] y sus infraestructuras militares, así como sus estructuras asistenciales, han sido bombardeadas. Hezbolá y Hamás, además de representar una idea política, son organizaciones profundamente arraigadas en el territorio. Antes del 7 de octubre de 2023, contaban con miles de empleados que trabajaban para ellas como milicianos, burócratas o activistas. Hezbolá, en particular, funcionaba como un «Estado dentro del Estado»: distribuía empleos clientelares, gestionaba una cadena de supermercados económicos y desarrollaba diversas actividades asistenciales. Ahora, estas actividades han sido arrasadas por los bombardeos. El futuro sigue siendo incierto y todo está por reconstruir. Algunos analistas temen por el futuro de estos territorios ante la desaparición de tales organizaciones. «No es seguro que Hamás siga siendo el principal grupo militar palestino o que Hezbolá continúe representando a los chiitas libaneses. La pregunta es qué podría surgir para reemplazarlos. Muchos en el Líbano temen que un Hezbolá debilitado podría desencadenar una lucha interna dentro de la comunidad chiita. Y aunque puede que no sea bajo la bandera de Hamás, mientras Israel niegue a los palestinos un Estado, habrá palestinos dispuestos a luchar contra Israel»[24]. Sabias palabras que nos invitan a reflexionar.

Los 14 meses de guerra han sido realmente desastrosos para el Líbano: ha sufrido casi 4.000 muertes[25], mientras que el número de desplazados que se preparan para regresar a sus hogares ronda el millón y medio. Según el Banco Mundial, la guerra ha causado daños por 8.500 millones de dólares, más de un tercio del PIB del Líbano.

Una tregua para Gaza

Los funcionarios estadounidenses que habían trabajado en el acuerdo con el Líbano esperaban extender ese resultado también a Gaza. Según la agencia France Presse, a finales de noviembre, un líder de Hamás había declarado que la organización estaba dispuesta a alcanzar una tregua con la contraparte. El asesor de seguridad de EEUU, Jake Sullivan, se movilizó en ese sentido y pidió «a sus emisarios que se pusieran en contacto con Turquía, Catar y Egipto para relanzar las negociaciones»[26]. Poco después, estas se reanudaron en Catar.

Finalmente, gracias a la mediación de la troika negociadora (EEUU, Catar y Egipto), se llegó a un acuerdo sobre el alto al fuego y la liberación de los rehenes entre Hamás e Israel. Este entró en vigor el 19 de enero. En los últimos tiempos, Trump había amenazado repetidamente con «desatar el infierno» si los rehenes no eran liberados antes de su toma de posesión en la Casa Blanca[27]. Ambas partes, especialmente Israel, tenían razones políticas para no contrariar al nuevo presidente de EEUU. Para Biden, que no quería renunciar a esta victoria política, la liberación de los rehenes ocurrió «antes del final de su mandato»[28].

Cabe preguntarse por qué Netanyahu aceptó ahora un acuerdo que le había sido propuesto casi de manera idéntica en mayo pasado. La respuesta es sencilla: aceptarlo en ese momento habría provocado una crisis política interna, mientras que ceder a las presiones de Trump, a pesar de las amenazas de la derecha religiosa, hace que el fin de la guerra sea más aceptable[29]. Además, el objetivo que había declarado repetidamente de erradicar completamente a Hamás no se ha logrado. Tanto es así que el 15 de enero muchos miembros de la organización celebraron el alto al fuego[30].

El acuerdo, como se había anticipado durante meses, entró en vigor en fases. En este sentido, se habla de tres etapas que finalmente deberían llevar al fin del conflicto. En la primera, de 42 días, comenzó con un alto al fuego, la retirada gradual de las tropas israelíes de los territorios y la entrada de ayuda humanitaria a Gaza (aproximadamente 600 camiones al día). En esta fase, de los 98 rehenes –de los cuales se desconoce cuántos están vivos–, 33 deberían ser liberados de manera gradual (al menos tres cada semana), dando prioridad a menores, mujeres y enfermos. Por cada uno de ellos, se liberarán entre 30 y 50 prisioneros palestinos (aproximadamente 2.000 en total), incluidos algunos con cadena perpetua, pero no aquellos que participaron en la masacre del 7 de octubre.

La retirada de los territorios es uno de los puntos más delicados del acuerdo. El ejército ya tiene listos los planes para evacuar tanto el corredor de Netzarim (que divide la Franja en dos partes) como el de Filadelfia, en la frontera con Egipto. Las fuerzas israelíes se retirarán gradualmente de las zonas más densamente pobladas de la Franja. Se replegarán hacia el este, en una zona de amortiguamiento a lo largo de la frontera, que estará a 700 metros del límite y que podrá ampliarse un máximo de otros 400 metros[31]. Las infraestructuras serán desmanteladas, pero, como dicen los generales, esto no impedirá que el ejército regrese si es necesario[32].

A partir del decimosexto día de tregua comenzará la negociación de la fase dos (también con una duración de un mes y medio) y de la fase tres. Estas deberían conducir a la devolución de todos los secuestrados y al cese al fuego permanente, y finalmente a una nueva administración en Gaza. «Aquí el proceso se vuelve confuso, las incógnitas se multiplican y no se sabe quién gobernará la Franja después de Hamás»[33]. Estos pasos, como enseña la experiencia pasada, son delicadísimos: en noviembre de 2023 fue precisamente en este lapso de tiempo que el débil acuerdo alcanzado se derrumbó. Lamentablemente, el cese al fuego ha entrado en vigor en un momento en el que casi todo en Gaza ya ha sido destruido, la población abandonada al hambre y las ciudades reducidas a un montón de escombros, y han muerto cerca de 47.000 palestinos, muchos de los cuales son civiles. Hay poco que celebrar. Uno de los negociadores ha comentado: «No es un buen acuerdo, pero es mejor que ningún acuerdo. Hará falta tiempo y habrá todavía mucho dolor; pero no hay otra elección»[34].

Los desplazados en Líbano y los refugiados en Siria

Otro problema delicado en este momento, sobre todo en el Líbano, es el de los desplazados. Los libaneses parecen dispuestos a regresar al sur, a las casas que han abandonado a causa de la guerra, mientras que los israelíes – cerca de 60.000 – piden al gobierno mayores garantías y esperan los resultados concretos del alto al fuego. Entre los refugiados que en estos meses han abandonado el país de los cedros, particular atención merecen los sirios, cerca de 500.000, los cuales en el pasado habían abandonado Siria para huir de la guerra civil. Una parte de ellos eran chiíes y esperaban, antes de que los islamistas de al-Jolani tomaran el poder en Siria, ser acogidos por la minoría chiíta alauita[35]. En cualquier caso, el nuevo líder de Siria ha prometido tolerancia religiosa a todas las minorías, por lo que los recién llegados no deberían temer ninguna forma de discriminación. Israel, de todas formas, mira con sospecha este éxodo y teme que muchos milicianos de Hezbolá se desplacen a Siria.

El ex presidente sirio había considerado durante mucho tiempo la oportunidad de reemplazar la mayoría sunita del país, que había abandonado en masa las ciudades en el punto álgido de la guerra civil, por minorías más flexibles. De hecho, sus partidarios alauitas representaban solo el 10% de la población. Cientos de miles de chiíes que regresaban del Líbano eran, en cualquier caso, bienvenidos para el régimen ya en su fin. Tras la «fuga» de Asad se ha puesto en marcha un nuevo éxodo de refugiados, procedentes de diversas regiones de Oriente Próximo, hacia Siria: los sunitas que huyeron de la persecución del ex dictador están regresando a su país de origen[36]. Turquía, por su parte, querría que buena parte de los inmigrantes sirios presentes en su territorio – cerca de cuatro millones – regresara a Siria.

Inmediatamente después de que Asad abandonara el país y de que los milicianos de Hayat Tahrir al-Sham entraran en Damasco, el ejército israelí ocupó la parte siria de las alturas del Golán[37], es decir, una zona de amortiguamiento entre los dos países, invadiendo territorio sirio, afirmando que tal acción tenía carácter preventivo, con el fin de garantizar la seguridad de Israel. «Para evitar – ha declarado el primer ministro Netanyahu – que fuerzas hostiles se instalen en nuestras fronteras»[38]. Además, los israelíes han bombardeado diversos sitios militares esparcidos por Siria, con el fin de destruir armas químicas condenadas por las convenciones internacionales: en realidad, el verdadero temor de Tel Aviv es que estas acaben en manos de los fundamentalistas islámicos. A este respecto, el nuevo jefe de Siria ha declarado que Israel ha «superado los límites del compromiso»[39] con sus acciones militares dentro del país, lo que «representa una amenaza de escalada injustificada en la región»[40]. La esperanza es que en el futuro este tramo de territorio, del que proviene la familia de al-Sharaa y al que su nombre de batalla hacía referencia, no se convierta en ocasión para un nuevo conflicto.

  1. Cerca de un centenar de personas murieron en este período, mientras que la guerra civil iniciada en 2011 causó la muerte de medio millón de personas. Cf. «Syria has exchanged a vile dictator for an uncertain future», en The Economist, 12 dicembre 2024.

  2. Cf. Ibid.

  3. Cf. «Who will rule Syria now the Assad regime has been toppled?», en The Economist, 8 de diciembre de 2024.

  4. N. Del Gatto, «Israele, raid in Siria e nuovi insediamenti», en La Stampa, 16 de diciembre de 2024.

  5. Cf. L. Cremonesi, «La Siria di Al Jolani. Quattro anni per votare», en Corriere della Sera, 30 de diciembre de 2024; G. Colarusso, «Siria: gli islamisti cambiano i libri di scuola. Gli attivisti insorgono: “Deriva religiosa”», en la Repubblica, 4 de enero de 2025.

  6. L. Cremonesi, «La Siria di Al Jolani», cit.

  7. L. Gambardella, «Per una Siria unita serve un esercito, dice Julani. Il “modello Idlib”», en Il Foglio, 19 de diciembre de 2024

  8. Ibid.

  9. Cf. A. Melcangi, «L’Asse sciita è stato distrutto, Erdogan si è preso la rivincita e Israele ha un vicino jihadista», en La Stampa, 12 de diciembre de 2024.

  10. Cf. P. Haski, «Vincitori e vinti in Siria», en Internazionale, 9 de diciembre de 2024.

  11. Cf. «The fall of Bashar al-Assad is a blow for Iran», en The Economist, 11 de diciembre de 2024.

  12. Cf. A. Nicastro, «Che cosa vuol dire il cessate il fuoco in Libano: cosa prevede e quali punti restano ambigui», en Corriere della Sera, 27 de noviembre de 2024.

  13. G. Stabile, «Teheran salva l’alleato libanese e lascia Hamas al suo destino», en La Stampa, 27 de noviembre de 2024.

  14. Cf. F. Mannocchi, «Natale a Gaza tra il gelo e la sete», en La Stampa, 24 de diciembre de 2024.

  15. Cf. G. Stabile, «Teheran salva l’alleato libanese…», cit.

  16. D. Frattini, «Traballa la pace anche in Libano. Spari sulla gente in marcia verso casa», en Corriere della Sera, 27 de enero de 2025.

  17. Cf. A. Nicastro, «Che cosa vuol dire il cessate il fuoco in Libano…», cit.

  18. Cf. P. Haski, «Netanyahu accetta la tregua in Libano per continuare la guerra a Gaza», en Internazionale, 27 de noviembre de 2024.

  19. L. Caracciolo, «La guerra suicida di Israele», en la Repubblica, 23 de octubre de 2024.

  20. Cf. «Do Israel’s assassinations work?», en The Economist, 24 de octubre de 2024.

  21. Cf. «Israel and Hizbullah strike a fragile deal to end their war», en The Economist, 26 de noviembre de 2024.

  22. «Chi è Naim Qassem, nuovo leader di Hezbollah», en Il Sole 24 Ore, 29 de octubre de 2024.

  23. Cf. M. Molinari, «Israele, la nuova strategia per frenare Erdogan in Siria e il nucleare degli ayatollah», en la Repubblica, 31 de diciembre de 2024.

  24. «Do Israel’s assassinations work?», cit.

  25. Al parecer los israelíes fallecidos serían unos cientos. De todas formas, no hay estadísticas oficiales.

  26. D. Frattini, «I libanesi tornano nei villaggi al Sud. Anche Hamas vuole il cessate il fuoco», en Corriere della Sera, 28 de noviembre de 2024.

  27. Cf. F. Magrì, «A Gaza l’ora della tregua. Hamas e Israele pronti al rilascio dei prigionieri», en La Stampa, 14 de enero de 2025, 2 s.

  28. Ibid.

  29. Cf. P. Haski, «Il futuro incerto di Gaza dopo il cessate il fuoco», en Internazionale, 16 de enero de 2025.

  30. Cf. ibid.

  31. Cf. F. Tonacci, «Stop ai combattimenti da domenica. Intesa a tappe sui rapiti e ritiro dell’Idf», en la Repubblica, 16 de enero de 2025, 2.

  32. Cf. G. Fasano, «Le due fasi del patto e la “sospensione”: ma resta da definire il governo futuro», en Corriere della Sera, 14 de enero de 2025, 3.

  33. F. Tonacci, «Stop ai combattimenti da domenica…», cit.

  34. F. Caferri, «Ostaggi, stop ai raid e aiuti. L’ultimatum di Trump sblocca il cessate il fuoco», en la Repubblica, 14 de enero de 2025.

  35. Cf. «The world’s most unlikely safe haven», en The Economist, 10 de noviembre de 2024.

  36. Cf. G. Colarusso – F. Tonacci, «Al valico tra Libano e Siria la coda infinita di chi torna e di chi scappa: “Qui è cambiato tutto”», en la Repubblica, 10 de diciembre de 2024.

  37. Cf. «Exploiting disarray in Syria, Israel grabs more of the Golan Heights», en The Economist, 9 de diciembre de 2024.

  38. R. Tercatin, «Israele nel Golan per la prima volta dal 1973: “Invasione temporanea”», en la Repubblica, 10 de diciembre de 2024. Netanyahu afirmó además: «Este derrumbe es el resultado directo de nuestra acción enérgica contra Hezbolá e Irán, los principales defensores de Assad» (ibid).

  39. N. Del Gatto, «Israele, raid in Siria e nuovi insediamenti», cit.

  40. Ibid.

Giovanni Sale
Después de realizar estudios en derecho en 1987 ingresó a la Compañía de Jesús, en la cual fue ordenado presbítero. Desde 1998 es parte del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica. Enseña, además, Historia de la Iglesia Contemporánea en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha trabajado durante años en el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, del que fue su último director.

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