El pasado febrero, la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Washington acogió un encuentro celebrativo dedicado al Observatorio Vaticano. En ese contexto, el director del instituto científico, el hermano Guy Consolmagno S.I., fue entrevistado sobre su nuevo libro: A Jesuit’s Guide to the Stars: Exploring Wonder, Beauty, and Science (Loyola Press, Chicago). La entrevista fue conducida por Rob Lorenz S.I., un jesuita investigador que se encarga de las actividades de sensibilización del Observatorio (outreach coordinator).
Durante la conversación, Lorenz preguntó a Consolmagno si su pertenencia al Observatorio Vaticano había mejorado su labor investigativa como astrónomo. Consolmagno respondió, entre otras cosas, que antes de ingresar en el Observatorio, «vivía de las subvenciones de la NASA. En aquel entonces realizaba la actividad científica que la agencia espacial estadounidense me financiaba. Por lo tanto, elegía aquellas investigaciones que pudieran arrojar una respuesta en un plazo de tres años, porque de lo contrario no habría podido mostrar resultados y no habría obtenido la renovación de la subvención». En cambio, cuando Consolmagno llegó al Observatorio Vaticano, el entonces director, el padre George Coyne S.I., simplemente le pidió que «hiciera buena ciencia», liberándolo de la rigidez cíclica de las restricciones de financiamiento.

(A la izquierda) Rob Lorenz, S.I., a la derecha, entrevista al director del Observatorio Vaticano, el hermano Guy Consolmagno, S.I., en la Nunciatura apostólica de la Santa Sede en Washington. (A la derecha) A Jesuit’s Guide to the Stars: Exploring Wonder, Beauty, and Science, publicado por Loyola Press, una editorial jesuita.
En A Jesuit’s Guide, Consolmagno describe con mayor profundidad las ventajas de ser un jesuita dedicado a una investigación científica financiada directamente por la Iglesia:
«Mi trabajo se centra en los meteoritos. El hermano Robert “Bob” J. Macke S.I. y yo medimos la densidad, la porosidad y otras propiedades físicas de todo tipo de meteoritos y, ahora que hemos recopilado alrededor de un millar de datos, podemos empezar a buscar patrones. Solo hemos podido llevar a cabo este trabajo porque somos jesuitas y trabajamos para el Observatorio Vaticano. Fueron necesarios el acceso pleno a la vasta colección de meteoritos de la Specola y diez años de desarrollo y práctica de nuestra técnica antes de reunir suficientes datos para mostrarle al mundo por qué esos números eran significativos. Ningún joven científico, sujeto a un ciclo trienal de subvenciones o a un contrato de seis años, habría tenido el tiempo necesario para realizar este estudio. Además, hemos podido acceder a colecciones de meteoritos en todo el mundo para analizarlas llevando con nosotros nuestro equipo, porque el nombre del Vaticano nos ha abierto puertas y, además, ha sido una empresa asequible gracias a la presencia de comunidades jesuitas locales en las que hemos podido hospedarnos».
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Algunos consideran, sin embargo, que tanta libertad es una desventaja. En otro pasaje de A Jesuit’s Guide, Consolmagno cuenta que un día «vino a visitarme una de las eminencias del sector y me dijo: “Guy, ¿por qué demonios estás midiendo la densidad de los meteoritos? Nadie hace eso”».
Pero este esfuerzo ha dado frutos recientemente. Uno de los responsables del programa OSIRIS-REx de la NASA, que trajo a la Tierra una muestra de material del asteroide Bennu, invitó al hermano Macke a formar parte del equipo encargado de su análisis. Su labor consistía en medir la densidad y la porosidad del material recogido utilizando un dispositivo llamado picnómetro, que él mismo diseñó para este propósito. La capacidad de realizar esas mediciones, que nadie antes había llevado a cabo, se ha convertido en un recurso valioso para una misión de alto perfil de la NASA.

A Jesuit’s Guide to the Stars contiene varias fotos tomadas desde el Observatorio Vaticano en el curso de los años, entre las cuales se cuentan (de izquierda a derecha) una galaxia, un cúmulo estelar, la Luna y el Sol al atardecer (que muestra el «rayo verde», un raro fenómeno atmosférico en el que la última porción del Sol visible en el ocaso se vuelve de color verde)
Por apasionantes que sean los resultados científicos, el libro recién publicado también posee una profunda dimensión espiritual. Por ejemplo, un capítulo está dedicado a la obra del poeta jesuita Gerard Manley Hopkins. En su conversación con Lorenz, Consolmagno habló sobre el rico uso de imágenes astronómicas en la poesía de Hopkins:
«Hopkins habla de cometas reales e identificables a partir de los detalles que proporciona. Y para mí, esta actitud es muy jesuita: miras el cielo porque es hermoso, pero luego también quieres saber qué es [ese objeto] que estás observando, y entonces te preguntas una vez más: “¿Cómo puedo celebrarlo para nutrir tanto el corazón como el intelecto?”. En efecto, eso es lo que somos: seres humanos creados por Dios como parte de la creación de Dios, para exaltar esa creación de todas las maneras que nos sean posibles».
En esencia, A Jesuit’s Guide to the Stars nos recuerda que el Observatorio Vaticano representa quizá la máxima expresión de la convicción que anima a la Iglesia: la idea de que podemos acercarnos a Dios a través de una comprensión más profunda del universo creado.
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