El segundo capítulo de Mateo habla de «magos provenientes de oriente» que llegan a Jerusalén en busca del «recién nacido rey de los judíos» porque «han visto aparecer su estrella». El hecho mismo de que Herodes haya tenido que consultar a los magos para saber cuándo había aparecido la estrella nos dice que esta era visible solo para observadores atentos (a pesar de que las representaciones habituales la muestran como deslumbrante). Actividades recientes realizadas en el Observatorio Vaticano ilustran qué podemos y qué no podemos aprender observando las estrellas con atención.
Encontramos un ejemplo del primer caso en el artículo publicado en la edición de octubre de la revista Astronomy & Astrophysics, titulado «First resolved stellar halo kinematics of a Milky Way-mass galaxy outside the Local Group: The flat counter-rotating halo in NGC 4945». Entre los nueve autores aparece el padre Richard D’Souza S.I., astrónomo de la Specola Vaticana.
Cuando pensamos en las galaxias, solemos imaginar una hermosa espiral extendida, como la que exhibe la galaxia de Andrómeda. Pero, en realidad, las galaxias están rodeadas por un halo difuso, generalmente esférico, que no es fácilmente visible. D’Souza y su equipo investigaron precisamente la componente estelar del halo de la galaxia NGC 4945, ubicada en la constelación del Centauro. Los halos estelares, que se forman cuando las galaxias crecen y se fusionan con objetos más pequeños, pueden ofrecernos información fundamental sobre la formación galáctica en su conjunto. En el caso de la investigación mencionada, la medición de la velocidad de las estrellas mostró que partes del halo de la NGC 4945 (más plano que esférico) giran en la dirección opuesta a la galaxia en cuestión. Si todas las partes de la galaxia se hubieran formado juntas, deberían girar en la misma dirección; por tanto, la contra-rotación del halo indica un crecimiento original por acreción.
Lo que no podemos aprender observando las estrellas está ilustrado de manera efectiva en el reciente trabajo sobre astrología de Christopher Graney, investigador asociado en la Specola Vaticana. Aunque algunos utilizan a los magos para dar crédito a la astrología, esta ha sido condenada desde hace mucho tiempo por la Iglesia, ya que se considera perjudicial y carente de base factual. Recientemente, el papa Francisco renovó esta firme oposición durante la audiencia general del 25 de septiembre, en la que afirmó: «Nuestro mundo tecnológico y secularizado está repleto de magos, ocultismo, espiritismo, astrólogos, vendedores de amuletos y hechizos y, por desgracia, de verdaderas sectas satánicas. Expulsado por la puerta, el diablo ha vuelto a entrar, podría decirse, por la ventana. Expulsado con la fe, vuelve a entrar con la superstición».
La creencia supersticiosa en el poder de las estrellas también puede surgir en conversaciones informales y en la vida cotidiana. Rob Lorenz, S.I., escolástico jesuita y ex guardabosques del National Park Service, recuerda un incidente ocurrido hace varios años durante una visita guiada a las Carlsbad Caverns. Cuando sorprendieron a tres estudiantes de secundaria tratando de colarse en un área restringida de la cueva, uno de sus acompañantes exclamó, exasperado: «¡No es de extrañar, todos nacieron bajo la misma constelación!».
Aunque la astrología siempre ha ejercido una fuerte atracción en el imaginario popular, en la comprensión científica moderna del cosmos no encuentra más respaldo del que recibe de la enseñanza de la Iglesia. En un artículo publicado en Aleteia a principios de este año, y en un segundo artículo posterior aparecido en octubre en www.VaticanObservatory.org, Graney ha señalado las incongruencias que un astrónomo encuentra en la astrología. Por ejemplo, los diversos «signos» astrológicos relacionados con el sol, la luna y las estrellas en una fecha determinada están ampliamente equivocados si se comparan con el cielo real; en todo caso, podrían coincidir más con el cielo de hace dos mil años. Además, las conexiones que los astrólogos utilizan para justificar la astrología, como el concepto científico moderno según el cual los átomos que componen nuestro cuerpo fueron forjados en el interior de las estrellas, resultan contraproducentes, ya que contradicen las tesis de la astrología.
Entonces, ¿qué nos dicen las estrellas? Nos revelan cómo actúa la creación de Dios. No gobiernan nuestras vidas; más bien, nos llenan de asombro, maravilla y gratitud hacia el Dios que nos creó y que, a través de la Encarnación, quiso caminar entre nosotros. Los magos tenían razón: las estrellas no deben buscarse por su resplandor, sino como guías que nos conducen, al mismo tiempo, hacia la sabiduría y el misterio.
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