Vida de la Iglesia

Carta de despedida

«Esto no es una pipa (Ceci n’est pas une pipe)», escribía Magritte en 1929, con una cursiva amanerada, en el famoso cuadro en que representa una pipa. El gran pintor surrealista enviaba al espectador un mensaje tan sorprendente como obvio: la representación no es el objeto que representa. Lo mismo sucede con la revista que tienen ante sus ojos. La Civiltà Cattolica no es un objeto, es decir, no coincide con su soporte en papel o digital. El Papa Francisco ha ido aún más lejos, al definirla más que como una revista, como «una verdadera experiencia espiritual, comunitaria e intelectual»[1].

La Civiltà Cattolica es, en efecto, una «visión» del mundo, de la cultura, de la política, de las tensiones de esta realidad. Es, por tanto, una interpretación, una manera de ver las cosas, que se expresa en la página impresa y en la web, pero también en toda la comunicación y en las relaciones que es capaz de generar en términos de debates sociales, reflexiones periodísticas, ensayos académicos, reacciones emotivas, sean estas polémicas o de apoyo. La revista es generada por una comunidad de jesuitas y, por tanto, es fruto de una experiencia espiritual compartida.

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Queridos lectores, después de 25 años al servicio directo de esta revista, 12 de ellos como redactor jefe, ha llegado el momento de darles las gracias y ceder el testimonio a mi sucesor, el P. Nuno da Silva Gonçalves S.I., ex rector de la Pontificia Universidad Gregoriana. A él van mis mejores deseos para el futuro. Dejo mi trabajo con una enorme gratitud por la experiencia vivida, en una época extremadamente compleja y llena de acontecimientos para la vida del mundo y de la Iglesia católica. Paso el testimonio con cierto alivio, pero también con un toque de nostalgia, pues ha sido una tarea apasionante, que me ha permitido vivir años muy felices y relaciones hermosas con mis compañeros jesuitas de la redacción y de todo el mundo – más de 200 –, que se han empeñado en hacer de La Civiltà Cattolica una revista muy especial. A todos ellos estoy muy agradecido. Como lo estoy a los colaboradores laicos que han vivido la revista como el lugar en el cual invertir sus mejores talentos, contribuyendo con gran profesionalidad a su misión de manera sustancial.

He recibido mucha confianza. En el Colegio de Escritores hemos compartido sorpresas, alegrías, incertidumbres y tensiones. Agradezco sinceramente a todos los que han sido miembros de este durante estos años de dirección. No siempre ha sido fácil. Y todo esto puede tranquilizarnos, pues quiere decir que La Civiltà Cattolica es una revista viva, como lo era cuando nació en 1850. Nuestra revista – la más antigua revista de cultura italiana aún vigente – es «más joven a medida que envejece», como le dijo san Juan XXIII al entonces redactor jefe, el padre Roberto Tucci, el 9 de febrero de 1963.

Empecé a escribir para la revista en 1993 – hace 30 años – con San Juan Pablo II; fui nombrado director con Benedicto XVI en 2011; viví mi dirección con Francisco[2]. La Civiltà Cattolica ha atravesado este tiempo como siempre lo ha hecho: con fidelidad a la Santa Sede, al Papa y al mundo de hoy en sus instancias más intensas y significativas. ¿La Iglesia?, hoy «necesita protestar, llamar y gritar»[3], dice Francisco. La revista ha protestado, llamado y gritado. Lo ha hecho con diplomacia, pero también con parresía. Cómo ha sido posible juntar estas dos cosas es un misterio que sólo los lectores podrán juzgar en sus escritos.

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La nuestra es una revista periodística, no académica. Es de «opinión» y, por tanto, discutible. Lo peor que le puede pasar a una revista de este tipo es no generar debate, dejar indiferente a la gente. Hoy me siento agradecido a todos ustedes, tanto a los que han coincidido con el pensamiento expresado en nuestras páginas como a los que lo han criticado de forma seria e inteligente, ampliando así el círculo concéntrico de reflexión sobre nuestros temas.

Por supuesto, he tratado de ser fiel a lo que prometí a los lectores en mi primera editorial del 1 de octubre de 2011: «En la medida de lo posible, nos gustaría no sólo comentar reflexiones ya formuladas, sino también tratar de anticipar tendencias y predecir su impacto, con el objetivo de mantener la atención de los lectores»[4]. Y hemos intentado, en la medida de nuestras posibilidades, no tanto prever el futuro desde hoy, sino ver el hoy desde el futuro posible, con pensamiento abierto, con inquietud y con imaginación, como nos pedía Francisco[5].

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En los últimos 10 años hemos vivido el pontificado del Papa jesuita. La Civiltà Cattolica ha renovado su misión. En particular, quiero agradecer el decidido apoyo del P. Adolfo Nicolás, Superior General de la Compañía de Jesús de 2008 a 2016, que interpretó proféticamente el valor de nuestra revista y ha seguido siempre su desarrollo, sin dejar nunca de prestar un apoyo eficaz[6].

La Civiltà Cattolica se ha convertido en la revista internacional de la Compañía de Jesús. Comenzó a recoger colaboraciones – todas de jesuitas, como dicta una tradición ininterrumpida – de todo el mundo, y creó también una redacción externa de «corresponsales». Con el tiempo, además de la edición italiana, han visto la luz nueve ediciones adicionales, en los nueve idiomas correspondientes: inglés, francés, español, coreano, chino, ruso, japonés, portugués, así como el lanzamiento de un suplemento en húngaro. Siento una especial gratitud hacia los redactores y responsables de estas ediciones por la pasión y competencia que han demostrado[7].

La edición china merece una mención especial. Hemos dedicado muchas energías a la cultura de China, a su papel en el mundo y a la vida de la Iglesia: varios artículos, cinco libros (entre ellos uno en chino sobre el Magisterio de Francisco), dos encuentros públicos en Pekín en la Academia China de Ciencias Sociales y en The Beijing Center en junio de 2018, y una serie de iniciativas promovidas por el China Forum, fruto de la colaboración de la revista con la Universidad de Georgetown. La apertura de una oficina de la universidad estadounidense en nuestra sede – tras mi inclusión en su board of directors – ha generado una estimulante y profunda sinergia que promete buenos frutos también para el futuro.

Esta apertura internacional de la revista se ha producido sin perder sus raíces italianas, fundamentales y constitutivas. Y fue el mismo Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, quien señaló en un mensaje que «el hecho de que aumente también el número de ediciones de la revista en otros idiomas es una señal importante, porque quiere decir que no se trata sólo de transmitir ideas, sino también de reflexionar juntos, con las distintas civilizaciones y culturas, sobre el destino del mundo»[8].

La revista ha debatido sus contenidos en todas las grandes plataformas de redes sociales que se han desarrollado en la última década. Se ha expuesto sin limitarse a mirar desde el balcón – sin balconear, como diría el Papa Francisco –, saliendo a la calle, cruzando a menudo sus caminos con otros periódicos o asociaciones periodísticas. Ha combatido la asfixia y la mezquindad del pensamiento. No ha rehuido tomar partido, sobre todo cuando el riesgo era la hipocresía. Durante estos años, ha querido ser una revista – como se dice – «militante», fiel a la primera editorial de 1850.

Todas las decisiones fundamentales de la revista se tomaron en un vivo – y a veces acalorado – debate en el Colegio de Escritores, que es la verdadera «dirección» de la revista. Al fin y al cabo, eso es La Civiltà Cattolica: una revista quincenal, escrita por jesuitas y regida por un Colegio que comparte su pensamiento y su vida cotidiana, tal como está escrito en los estatutos pontificios, que nadie puede modificar, salvo el propio Pontífice[9].

Algunos la consideran un modelo de revista anticuado. Tal vez lo sea. Pero si La Civiltà Cattolica se convirtiera en una revista «normal», dejaría de ser ella misma. Es anormal, atípica. Con mayor elegancia, pero ciertamente de manera clara e incisiva, Francisco la llamó «única en su especie»[10]. Por eso podemos decir que ha cambiado mucho en los últimos años, pero precisamente para mantenerse fiel al espíritu de sus orígenes. «Utopías, proyectos audaces y castillos en el aire»: así escribía el jesuita Carlo Maria Curci, fundador de La Civiltà Cattolica, en noviembre de 1849, reaccionando a los juicios de algunos críticos de su proyecto editorial. Hemos permanecido fieles a esas utopías, a esos proyectos.

Por lo tanto, esta revista es pensamiento expresado en muchas formas y lenguajes. Y aspira a ser como un «amigo». De hecho, esto es lo que decían nuestros predecesores en 1850: «Entre el escritor y el lector discurre una comunicación de pensamientos y afectos que tiene mucho de amistad, llegando a ser a menudo casi una intimidad secreta: sobre todo cuando la lealtad por un lado y la confianza por otro vienen a reafirmarla»[11]. La idea del periodismo como amistad entre el escritor y el lector es singular y profética, ¿no creen?

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Y es una revista católica. Su sintonía con la Santa Sede forma parte de su identidad específica, de su código genético. Su relación con el Papa, que ha sido fundamental desde el principio, se ha confirmado en los últimos años, y también ha adoptado nuevas formas. En particular, la de la participación del Director en los viajes apostólicos del Santo Padre como miembro de la delegación oficial. Asimismo, la participación como miembro de nómina pontificia en las Asambleas del Sínodo de los Obispos. Estas experiencias – entre otras – han permitido a nuestra revista ofrecer una lectura del pontificado desde una perspectiva peculiar. Y fruto de estas ocasiones es también la publicación de las conversaciones privadas del Papa con las comunidades jesuitas durante sus viajes: un verdadero primer momento de resonancia de la experiencia itinerante del Pontífice, pero también de diálogo abierto y espontáneo sobre temas relevantes para la Iglesia, así como de su experiencia como jesuita.

Recordemos también que el Papa nos dedicó dos audiencias, dos quirógrafos y un mensaje. Lo que llama la atención de estas intervenciones es la voluntad de profundizar en el «diseño constitucional» de la revista, en constante confirmación de la intuición original[12].

Un agradecimiento especial a quienes, trabajando en la Secretaría de Estado, han permitido, con su competencia y paciencia, que La Civiltà Cattolica pudiera ofrecer un pensamiento en sintonía con la Santa Sede. Soy consciente de que ha sido una tarea exigente, de ahí mi gratitud.

Pero la nuestra es una revista «católica» también por su deseo (y espero que capacidad) de ser universal. Desde la editorial del primer número de 1850, nuestra revista ha interpretado su «catolicidad» de este modo: «Una civilización católica no sería católica, es decir, universal, si no pudiera tratar con cualquier forma de cosa pública»[13].

Atención: no globalización, sino universalidad, aquella auténtica y genuinamente «romana». Roma se ha convertido en una antena de escucha y difusión. Un autor israelí difundido en español, un alemán en chino o un coreano en francés. Esta universalidad tuvo que asumir y procesar, entre otras cosas, el gran desafío de la pandemia y la tragedia de la guerra de invasión a Ucrania, que trastornó el orden mundial.

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El mundo digital es un entorno que facilita la communio de ideas. Aumenta los conflictos, es cierto, pero ayuda a compartir. En el caso de la plataforma italiana, hemos acogido esta oportunidad, tanto mediante la creación de una aplicación especial, como a través de una renovación radical de nuestra página web – que se ha llevado a cabo en dos ocasiones –, que ahora pone a disposición no sólo textos, sino también audios (podcasts) y vídeos, ofreciendo contenidos nuevos y adicionales en profundidad. La Civiltà Cattolica hoy se escucha y se ve, no sólo se lee.

En los últimos años hemos creado nuevas columnas. A los artículos largos se han unido reflexiones más breves y puntuales. Se ha añadido el género «entrevista». La primera fue la realizada al Papa Francisco, publicada seis meses después de su elección. Pero luego también tuvimos la del Patriarca Bartolomé, la del Presidente Sergio Mattarella, y la de Martin Scorsese, por citar solo tres nombres ejemplares.

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En 2020 la revista recuperó su sección creativa, la «parte amena», particularmente querida por mí, que era parte integrante de su inspiración original, y que se había perdido con el tiempo. En su artículo programático, publicado en el primer número, el primer director de la revista, el padre Curci, escribía que una parte de la «sustancia» de La Civiltà Cattolica sería «la que podría llamarse la parte amena, en la medida en que se esforzará por reiterar en formas no científicas y un tanto graciosas las verdades mismas expuestas y razonadas»[14] en los artículos.

En esas palabras leemos una tarea para nosotros, y también un desafío. Las herramientas de la lógica y el razonamiento no bastan: la palabra poética y el lenguaje del arte no son «adornos», sino que tienen que ver con la sustancia, con la verdad. En esta línea, durante la pandemia también nació la sección «Habitar en la posibilidad», que en un principio fue una Newsletter, y que más tarde ganó su propio espacio en la revista para relatar nuestro presente con breves reflexiones a partir de libros, música, cine, arte y entretenimiento.

También hemos creado una serie sección titulada «Acéntos», que recoge temáticamente artículos antiguos para que las reflexiones del pasado puedan ser útiles para entender el presente[15].

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Aquí termina el resumen de mi navegación durante estos 12 años como director, en los que se publicaron unos 2.400 artículos. Durante este tiempo, la revista celebró su número 4.000 y sus 170 años de existencia: hitos notables y poco frecuentes para una publicación periódica.

Queridos lectores, al despedirme con gratitud, soy consciente de que el trabajo realizado es también una responsabilidad para el futuro, que requerirá discernimiento y sabiduría. La Civiltà Cattolica es una experiencia – no sólo una revista, como decía al principio – que otros han comenzado antes que nosotros y que esperamos que otros continúen, haciéndola cada vez más viva. El viaje continúa.

  1. Francisco, Mis mejores deseos a la edición española de «La Civiltà Cattolica», 20 de mayo de 2021.
  2. En los últimos años, he tenido la oportunidad de editar, con diversos editores, los escritos del Pontífice desde su época como Provincial de los jesuitas argentinos hasta los textos de sus homilías en Santa Marta. La revista ha publicado también en cinco grandes volúmenes, editados por el P. José Luis Narvaja S.I., todos los escritos del P. Miguel Ángel Fiorito S.I., que fue el padre espiritual de Francisco: cfr. www.laciviltacattolica.it/categoria-prodotto/escritos-fiorito
  3. Francisco, A los participantes en un congreso organizado por «La Civiltà Cattolica» y la Georgetown University, 27 de mayo de 2023.
  4. «Nuovo direttore alla “Civiltà Cattolica”», en Civ. Cat. 2011 IV 7: cfr. www.laciviltacattolica.it/articolo/nuovo-direttore-alla-civilta-cattolica
  5. Cfr. «Discorso del Santo Padre Francesco alla Comunità de “La Civiltà Cattolica”», Sala del Concistoro, jueves 9 de febrero 2017.
  6. Sólo un ejemplo: me encontraba en Lampedusa, a principios de 2014, para un encuentro sobre la urgencia de las migraciones, cuando me llegó una llamada suya anunciándome que el P. Diego Fares, jesuita argentino que conocía bien al Papa y su pensamiento, sería enviado a la revista dentro de unos meses. Sin embargo, a la espera de que se liberara de sus compromisos, había decidido enviar al P. Juan Carlos Scannone, de más de ochenta años y conocido pensador de la «teología del pueblo», que se había puesto a su disposición. La presencia en el Colegio de Escritores del P. Fares, fallecido prematuramente en julio de 2022, fue fundamental para nuestro trabajo.
  7. La lista de ediciones y editores figura siempre en la última página de la revista.
  8. «Saluto del presidente della Repubblica Sergio Mattarella per i 170 anni de La Civiltà Cattolica», 9 de julio de 2020.
  9. En la bula fundacional Gravissimum supremi, Pío IX exigió reservar: «únicamente a Nosotros y a Nuestros Sucesores la facultad de introducir cambios respecto al mismo Colegio de Escritores de la Compañía de Jesús, y prohibiéndolo absolutamente a todos los demás, de cualquier dignidad, autoridad y rango». Por lo tanto, «si cualquier cosa se intenta de otra manera por cualquier persona con cualquier autoridad, a sabiendas o no, Nosotros deliberamos y declaramos que es y será inválida y nula», incluso si fueran «Reglas de Nuestra Cancillería Apostólica y de la Compañía de Jesús».
  10. Quirógrafo del Papa Francisco para la portada del número 4.000 de la versión italiana, 11 de febrero de 2017.
  11. «Il secondo volume de La Civiltà Cattolica», en Civ. Catt. 1850 II 5.
  12. Estos textos están recogidos en «In mare aperto». Papa Francesco e La Civiltà Cattolica, Roma, La Civiltà Cattolica, 2023, y pueden descargarse libremente en nuestra página web del sitio italiano www.laciviltacattolica.it/prodotto/in-mare-aperto-papafrancesco-e-la-civilta-cattolica
  13. «Il giornalismo moderno ed il nostro programma», en Civ. Catt. 1850 I 18.
  14. «Il giornalismo moderno e il nostro programma», en Civ. Catt. 1850 I 17.
  15. En español, contamos con cuatro publicaciones en esta sección, cada uno titulado por una sola palabra: Virtudes, Tierra, Fraternidad, Jóvenes. Se pueden leer aquí: https://www.laciviltacattolica.es/acentos/
Antonio Spadaro
Obtuvo su licenciatura en Filosofía en la Universidad de Mesina en 1988 y el Doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana en 2000, en la que ha enseñado a través de su Facultad de Teología y su Centro Interdisciplinario de Comunicación Social. Ha participado como miembro de la nómina pontificia en el Sínodo de los Obispos desde 2014 y es miembro del séquito papal de los Viajes apostólicos del Papa Francisco desde 2016. Fue director de la revista La Civiltà Cattolica desde 2011 a septiembre 2023. Desde enero 2024 ejercerá como Subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación.

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